Hola amigos de la literatura,
Hoy quiero ofreceros un poco de contenido extra, un fragmento
de mi libro Relatos
de Kenar que pertenece al relato Tempus
fugit.
En este relato nos encontramos un personaje humilde de una
aldea cualquiera, que se ve envuelto en una aventura un tanto terrorífica.
No te entretengo más, espero que lo disfrutes.
[…] Un sonido como de alguien
arrastrándose sobresaltó a Loo hasta el extremo de hacerle saltar. Casi pierde
el equilibrio, pero se agachó rápido y, como recitando una serie de mantras de
protección pregunto:
—¿Quién anda ahí? ¿Quién eres? ¿Qué
quieres?
Una ronca risa gutural surgió de detrás
de uno de los túmulos, sin embargo, no alcanzó a ver de qué criatura se
trataba.
De nuevo un miedo atroz se apoderó de él
impidiéndole controlar las convulsiones de su cuerpo.
Volvió a sonar la risa, ahora un poco
más cerca.
Su cuerpo temblaba visiblemente sin
posibilidad de controlarlo.
—¿Quién soy? —dijo una ronca voz, poco
acostumbrada a hablar, y con acento fuertemente marcado—. Soy Nadie —continuó
la misteriosa voz.
La respiración de Loo era rápida y
ruidosa, su corazón se desbocaba a cada segundo, y aquella voz crispaba sus
nervios.
—¿Qué quieres de mí? —consiguió
articular a duras penas.
Tras un ronroneo juguetón, la voz dijo:
—Todo.
Loo se veía al borde del infarto con
cada instante que pasaba con aquella «cosa». Intentó buscar una piedra, algo
con lo que defenderse, pero la voz sonó de nuevo con una risa gutural más
estridente que antes. Se dio cuenta de esa «cosa» podía verle.
—No tengo nada, ya me has quitado lo que
traía, los conejos y el arco —dijo Loo intentando aparentar una serenidad que
no tenía.
—Cosas no —dijo la voz—, tú.
Aquello pilló aún más por sorpresa a
Loo; se sentía desfallecer, todo parecía perdido, sin embargo... la criatura no
lo había atacado. Podría habérselo comido mientras dormía, si eso era que
pretendía hacer, pero no lo había hecho. Eso le dio a Loo esperanza, una
oportunidad, aunque no supiera muy bien cómo utilizarla.
Decidió continuar hablando con aquella criatura,
para ganar tiempo.
—¿A qué te refieres? ¿Quieres comerme? Porque
no tengo casi carne.
Y no mentía, ya que Loo era todo hueso y
pellejo.
La risa sonó de nuevo.
—Primero jugar.
Sin saber por qué, Loo se sintió un poco
aliviado, ganaba algo más de tiempo. Pero seguía sin saber a qué se enfrentaba.
—¿Quieres jugar? —preguntó inseguro—. Pues
muéstrate para que te vea, y juguemos— dijo sin saber de dónde había sacado el
valor para pronunciar esas palabras y no desmayarse.
De nuevo la risa.
—No puedes ver. Nadie puede ver a Nadie —Dijo
lacónica la criatura.
—Pues ¿cómo te llamas? —continuó Loo.
Esta vez la risa sonó estridente,
crispada incluso.
—No llamas.
Loo supuso que no tenía nombre o que si
alguna vez lo tuvo, hacía mucho que lo había olvidado.
—¿Quién eres? —Preguntó, con una
sensación de miedo creciente en el cuerpo.
—No quién —Fue la respuesta cortante.
La siguiente pregunta surgió sin querer
de los labios de Loo, que un segundo más tarde pensó que tal vez no quería oír
la respuesta.
—¿Qué eres?
La voz sonó de nuevo con una
exclamación, como si al fin Loo hubiese dado en clavo con la pregunta adecuada.
A continuación dijo:
—Horror sin nombre. […]
Y hasta aquí el fragmento de Tempus fugit, ¿Qué te ha parecido? Me interesa de verdad conocer tu
opinión, así que si quieres, puedes dejar un comentario abajo.
Gracias de antemano.
Un saludo y gracias por leer estas líneas.
Iñaki A. Lamadrid
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